lunes, 16 de septiembre de 2024
Poema 252
Poema 251
domingo, 15 de septiembre de 2024
Poema 250
Poema 249
Poema 248
sábado, 14 de septiembre de 2024
Poema 247
Me sonreías mientras hablabas, jugueteando con el lapicero en tus manos. Por Dios, que linda estabas! No lo sospechaba cuando me enteré que ibas a llegar por primera vez. Te cuento este terrible secreto, ni siquiera me interesaba que llegaras, era como que si la vida siguiera un curso irremediable de situaciones inevitables que deberían pasar sin mas ni mas. No me interesaba nada de esta vida, solamente seguir en ese cauce conocido en el que me había embarcado, nada más. Y ahora, cuando me hablabas sonriendo, sentada coqueta frente a mi, jugando con la lapicera, a veces con tu cabellera que siempre está alborotada, o haciendo gestos deliciosos con los labios, con las manos, entonces comprendí de nuevo que, mi Dios, estoy perdido, estoy enfermo en ti.
Terminamos la corta charla, no recuerdo de que trataba, me parece que de alguna de esas cosas que tanto interesan al trabajo, a la profesión, o a quien diablos le importa? Yo solo recuerdo tus encantadoras lineas, tus poses de inocencia que se intercalaban con algunos gestos sobre actuados de niña mala, y sobre todo, por la forma en que me mirabas. Esos tentadores ojos negros, me alocan, me torturan, me matan, me llevan a los cielos, a los infiernos, me hacen suspirar, reír, llorar, soñar, todo al mismo tiempo. Soy esclavo a voluntad. Lo sabes? Quizá la pregunta correcta sea: Te importa?
Ahora que nuevamente no estás, sigo recordando la forma graciosa en que hablamos, en la forma en que te miraba, en ese tierno abrazo que me diste, la forma como tomaste mi mano, la forma como apoyaste tu cabecita en mi hombro, luego en mi pecho, y sobre todo, ese tierno beso que me regalaste antes de partir. Es cierto, te fuiste, otra vez en silencio, otra vez sin despedirte, pero, quizá así sea mejor. Nos volveremos a encontrar, y ojalá que el mundo nos regale otro dulce momento donde podamos charlar de todo y nada, donde pueda deleitarme de tu mágica presencia, y donde este esclavo de tus ojos pida nuevamente a gritos que nunca lo dejes en libertad.
Poema 246
Caminamos de la mano por la alameda, tú hablabas, como una pequeña que está descubriendo el mundo, hablabas sin parar, te reías de tus bromas, de tus ocurrencias, de todo lo que te había pasado en el día de trabajo. A veces me hacías una que otra pregunta, yo te contestaba con evasivas, afirmaciones cortas, o palabras sueltas, aprovechando tu silencio para robarte un beso, una caricia, o alguna que otra muestra de amor a las que te tengo acostumbrada. Te molestabas un poquito, por no prestarte la debida atención, como tú misma decías, reías, y seguías hablando mientras, tomada de mi brazo, caminábamos juntos por la alameda, entre la gente que a veces nos miraba, en la tarde que se oscurecía, entre el bullicio de los autos, de la ciudad entera, entre todo eso es tu risita alegre lo único que escuchaba, y lo único que realmente me importaba.
Nunca podé plasmar en letras toda la montaña de emociones y sensaciones que sentía cuando jugueteabas con mi brazo, o con mis manos, o cuando traviesa metías tus manitos en los bolsillos de mi chaqueta. Tengo frío, decías. Yo te abrazaba más, te apretaba a mí, y sentía el mágico aroma de tus cabellos, que se alzaban rebeldes mientras el viento ligero hacía un estropicio de ellos. Oh, tus cabellos!Ni la medusa mítica pudo tener tanto poder en los suyos como tú con tus cabellos que me seducen por completo. Me regalas un mechón de tus esplendorosos cabellos negros? Aunque, te lo confieso, ya tengo un buen puñado de ellos, te los he ido robando de a pocos, sin que te dieras cuenta, me los he quedado, y van conmigo, como reserva para cuando necesite una pequeña poción de esta droga nueva: el aroma de tus esplendoroso cabellos.
Llegamos tan lejos, que tuvimos que tomar un taxi para retornar al auto, que habíamos abandonado en la carretera. Íbamos atrasados, no existía la posibilidad de retornar caminando. El taxista sonreía, ante tantas muestra de cariño, parecíamos dos niños, aunque las canas ya pintan mi cabeza, y mis gestos siguen siendo los de un caballero chapado a la antigua. Aun así haces que me comporte como un niño, sacas de mi los comportamientos más tiernos que jamás haya tenido. Ya en el auto, no podemos hacer mucho, tú conduces, yo voy a tu lado, cantando mis alocados versos, y tú, cada vez que puedes, me regalas una mirada tierna, una suave caricia, y un ligero pero delicioso beso. Cómo quisiera que todo esto fuese eterno!