Urpi destacaba por su piel clara, casi blanca que contrastaba con el negro de sus ojos y sus cabellos. Estaban tan cuidados que parecían irreales. Y su mirada era tan enigmática que te atrapaba con una sola mirada.
Chaska tenía los cabellos rojizos, la piel de color canela y sus ojos de un color marrón muy claro, parecía una mirada de felino. Nunca perdió ese aire taciturno y grave que tenía al caminar, mirar y hablar. Era realmente impactante.
Por eso no dudó en contarles que las ofrendas se harían por el mayor general de los ejércitos del Inca. Ya llevaba varias semanas en cama, con fiebres tremendas y dolores insoportables, también con fríos que le hacían temblar y castañear los dientes. Los curanderos y sacerdotes ya habían acabado con todos sus medios. El gran general se debilitaba, esperaban que muera.
Pero el Inca lo tenía en mucha estima, ya que era su hermano de sangre, y además habían peleado hombro con hombro en algún lugar, y gracias a este soldado, hoy gran general, había anexado grandes territorios al imperio. No quería que se muera. Así que ordenó se realice la máxima ofrenda que se hacía en su imperio, yendo incluso contra las tibias protestas de los sacerdotes.
Se entregaría a la virgen seleccionada al Apu mayor...
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