miércoles, 17 de diciembre de 2025

Poema 2447

Mira a lo lejos, le dijo, que ves?
Veo muchas montañas, similares a esta, de sus cumbres descienden aguas que van formando pequeñas quebradas y a lo largo de su camino sinuoso aparece la vegetación que va cambiando lentamente.

Tu visión ha aumentado, pero dime, qué más puedes ver?

Tari se sorprendió. No tenía respuesta a esta pregunta. No quiso responder con palabras vacías, pues quitan el tiempo. Eso le había dicho el abuelo muchas veces. Así que calló, cerró los ojos, y empezó a sentir el aire frío y todos los olores que venían con él.

Sin darse cuenta, la imagen de las montañas, quebradas y ríos fue apareciendo ante sus ojos. Al inicio era todo bastante borroso, pero poco a poco se fueron aclarando y tomando color, y le pareció incluso que podía oir los cantos de la puna, los sonidos melódicos de las gotitas que caen desde los bordes rocosos y forman un pequeño manantial. Sentía la música de la naturaleza, su vitalidad y el alma de cada cosa, y se dió cuenta, además, que podía acercarse a las imágenes, se sentían al alcance de las manos, quiso tocarlas, quiso acercarse a ellas, pero el golpe seco lo devolvió a la realidad.

Ay, aún eres un pequeño, no puedes controlarte. Le decía el abuelo mientras le ayudaba a levantarse.

Al intentar estirar los brazos hacia adelante, había perdido el equilibrio y se fue de bruces contra el suelo. No se lastimó. La pequeña saliente delante de ellos detuvo su caída. De no ser por ella hubiese rodado un gran trecho y otro sería el cantar.

Se limpió, agradeció la ayuda del abuelo, y ambos regresaron al mismo lugar...

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