sábado, 13 de diciembre de 2025

Poema 2430

Era el Inca el que cantaba, subido a una torre ceremonial. Estaba con sus mejores galas, y en su mano llevaba un kero que brillaba, aunque el cielo estaba nublado, incluso había una pequeña garua, y la gente estaba apostada en las murallas, por todos lados. Debajo del lugar donde estaba el inca, había un sacerdote, con varios tumis en una mesa, lavandolos cuando lo vieron por primera vez.

Notaron que había una especie de hoguera, que era alimentada por algunos hombres que solo llevaban taparrabos, y mucha leña a un costado, bajo un cobertizo. El olor a carne cocinada de la hoguera era apenas notorio, pero en la fosa habían varios cuerpos ya.

A Urpi le temblaron las rodillas, cuando reconoció a algunos de los cuerpos, le parecía que era de algunos que cargaban las literas, incluso había algunos que cargaban la comida. Luego se enteró que eran prisioneros que fueron sacrificados, y habrían sido embriagados o drogados, luego se enteró que les daban un golpe fuerte en la cabeza y les sacaban el corazón. El sacerdote sacaba el corazón y lo entregaba a las llamas, y el inca cantaba su plegaria, y se repetía una vez más 

Cuando llegaron vieron como sacrificaban a la primera llama. Un golpe seco, luego una mano diestra le secaba el corazón, que iba a la hoguera y el cuerpo al foso, y luego la plegaria o la canción...

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