sábado, 13 de diciembre de 2025

Poema 2426

La caravana avanzaba lentamente, tanto que pasaban noches enteras hasta encontrar algún pueblo, luego las recién llegadas eran recibidas por las demás, siempre deseosas de darles un poco de calma, sobre todo para que dejen de llorar, ya que eso siempre las agobiaba.

Chaska demostró tener un buen apetito, y, poco a poco, el color de su rostro fue cambiando. Los primeros días se antojaba de comer tierra, pero de ésto se percataron las cuidadoras adultas e informaron al jefe del grupo. Le dieron un brebaje especial y la abrigaron un montón, a pesar de sus protestas. Una mañana asustó al grupo al llorar porque había vomitado una sustancia verdosa y con varios gusanos, incluso uno estaba aún en su nariz. La ayudaron, le dieron una bebida de diferentes hierbas, y luego de otro día (le contó a Urpi con mucha vergüenza que en sus heces habían muchos gusanos), sin previo aviso se le abrió un apetito voraz.

Le daban de comer a cada rato, y ella siempre pedía, no solamente papa y oca, quería charki, pescado, y le encantaba comer la caña. Fue desde entonces que el color de su cara empezó a cambiar, y su mirada se hizo más afilada e inquisitiva. Preguntaba todo, aprendía todo, con la venía de las cuidadoras y la alegría de Urpi, que la consideraba como de su responsabilidad.

En las noches frías, cuando estaban en las sierras, Urpi se abrazaba a Chaska, quien no tenía ni un poquito de frío, y no negaba a su amiga algo de su calor. 

Había nacido una amistad que iba a soportar muchas pruebas, y no se iba a quebrar. O si?

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