sábado, 13 de diciembre de 2025

Poema 2428

Cuando amaneció, ya solamente estaba un pequeño contingente de soldados, serios, silenciosos, con cara de cansancio.
Una sacerdotisa las alineó a todas, las revisó, las terminó de arreglar. Quisieron separar a Chaska de Urpi, porque tenían tamaños distintos, pero ambas se agarraron tan fuerte, y con tanta vehemencia, que al final la sacerdotisa dijo que vayan juntas, al inicio de la fila

Hubieron tambores, cánticos y quenas, también pututos y gritos de guerra de los soldados y de todos los demás. Las llamas y algunas vicuñas que iban adelante estaban adornadas con tiras y borlas muy coloridas. Iban en una línea, sin inmutarse, sin quedarse atrás ni apresurarse.

Cruzaron las murallas de la ciudad, las gentes se apretujaban en una hilera infinita, y todos entonaban la canción que se escuchaba desde la lejanía. Era una voz potente, poderosa, que venía de algún lado. Ni Urpi, ni Chaska, osaron mirar en dirección de donde venía esa voz, porque nadie lo hacía, todos guardaban silencio, incluso las llamas y vicuñas hasta que llegaron...

No hay comentarios.:

Publicar un comentario