sábado, 20 de diciembre de 2025

Poema 2461

Me sucedió en una situación similar a la tuya, empezó el relato su abuelo. También era un mozalbete impetuoso, intrigado por haber descubierto la posibilidad de emular al cóndor y al puma y vagar por las llanuras y las montañas. Sabía que era un regalo especial de los apus sagrados y de que tenía una responsabilidad mayor, por lo menos eso me dijo mi abuelo. Y me prohibió explícitamente ir a la jungla.

Esa prohibición avivó mi curiosidad, y, siendo la época del secuestro de las niñas, me escabulli entre el grupo de guerreros y los seguí hasta la aldea en la selva. Mi abuelo no iba en el grupo, pero si mi papá, y en la casa quedaron las mujeres con la niña lista para el "secuestro"

Era una costumbre ancestral. Cada cierta cantidad de generaciones se "secuestraba" una niña que debía ser no muy pequeña ni muy madura para que sea esposa de uno de los habitantes, muchas veces el jefe, para que así la sangre se renovara y no aparecieran tantas enfermedades. En los quipus estaba escrito que era costumbre de las primeras personas que llegaron desde los glaciares a estas tierras, y que sabían que, de no hacerse, los muchachos irían naciendo más débiles y enfermizos.

Y todos aceptaban esta costumbre, era la ley de la vida...

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