Todos iban cantando a muy baja voz, no hubieron peleas, ni lágrimas, tampoco alegrías ni festejos. Tenía que ser así.
Al tratar de tomar una ruta paralela, continúa el relato el abuelo, en un momento sentí que no tenía piso bajo mis pies. Traté de agarrarme de lo que pude, mientras me deslizaba por una especie de catarata oculta y caí a una especie de laguna subterránea, que estaba en completa oscuridad.
Empecé a flotar, tratando de llegar a la orilla, pero mis esfuerzos eran en vano. El agua entraba por mi boca y mi nariz, sentía que me quemaba el pecho, y poco a poco la oscuridad se apoderó de mi. Mis últimos pensamientos fueron para mí madre, mi abuelo, sentía haberles fallado, quería llorar.
Desperté de golpe, tosiendo. Aún era de noche, es cierto, pero la figura del tunche era fantástica. Su piel reflejaba la luz de las luciérnagas, sus dientes blancos sonreían, y su cabello negro contrastaba con su rostro. Estaba golpeando mi espalda con suavidad, hasta con cariño, y entonaba una especie de canción o silbido que me daba tranquilidad...
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