Cierto día su madre le pidió que fuera por más leña, y él decidió explorar un poco más allá del lugar habitual. Recogió la leña necesaria, la ató en varios paquetes, y la puso cerca al camino. Al regresar las llevaré a casa, pensó, aún es temprano, iré a explorar.
Se percató que estaba perdido cuando las sombras estaban cayendo y había decidido regresar. Hizo el camino de vuelta siguiendo las marcas que había dejado, pero nunca llegaba. Nunca llegó al lugar de partida, y cada sitio por el que pasaba le parecía el mismo, una y otra vez.
Decidió quedarse en la noche. Debía guarecerse en algún lugar, era peligrosa la noche en la selva, hay muchos cazadores nocturnos, y él en este momento era una presa más.
Hizo un bastón lo bastante fuerte y largo, ató algunas cortezas e hizo algunas sogas, no muchas, y ató su tumi a una de sus muñecas. Trepó a una rama de un gran árbol, verificando que no hayan serpientes ni otros animales en su cima. Cortó las ramas mientras subía, impidiendo así el acceso de cualquiera desde tierra, y se ató la cuerda a la cintura y el otro cabo al palo más grueso.
Si se dormía no caería de inmediato, tendría tiempo de colgarse de la rama, y no perdería el tumi afilado. Pero tenía que esperar despierto el amanecer, para así tratar de volver a casa. Puso un par de hojas de coca en la boca y empezó a masticar...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario