viernes, 12 de diciembre de 2025

Poema 2424

Pero el día de partir llegó. En el caso de Chaska, a su pueblo solamente llegó un delegado con algunos soldados, la caravana se quedó muy abajo, el clima de la puna es inclemente. 

El papá de Chaska solamente la abrazó, le dijo que se porte bien y nada más. Su mamá lloró muchas noches previas, pero en ese día se mantuvo seria y con una mirada retadora, silenciosa y ceremoniosa. La abrazó, le entregó su lliclla, que amarró a sus hombros con algunas cosas que le serían de utilidad, y le dió una palmada para que partiera.

Chaska caminó bien derechita, sin mirar atrás, no entregó su lliclla a nadie, no permitió que la alzaran en ningún momento y no pidió ni comida ni agua, aunque recibió lo que le daban y comió y bebió cuando todos lo hacían. Estaba segura que la cuidaban, por eso comía y bebia, y había decidido vivir.

Cuando se integraron a la caravana, se dirigieron a varias comarcas, y en todas siempre entregaban a una niña, a veces un niño también. Ella no entendía mucho de todo ésto. Solo en algunos pueblos donde hace mucho calor y la tierra se desarma bajo los pies, los niños lloraban mucho y los tenían que "mandar a dormir". Luego, cuando despertaban y volvían a llorar, los hacían dormir de nuevo. Iban en literas, cargados por hombres muy silenciosos, apartados del grupo principal.

Cuando despertaban hambrientos les daban de comer solo si dejaban de llorar. Y así, conforme avanzaba la caravana, la marcha se hacia muy silenciosa, y nunca se quedaban en ningún pueblo, solamente recogían a la niña o niños, y salían de la comarca para acampar en el camino, cerca a un tambo, en el camino de piedra principal.

Pero en las noches, cuando todos dormían, el llanto de algunos niños le hacía recordar a su choza en la puna, su papa recién hervida, su mamá y sus hermanitos, y la mirada firme aunque desolada de su papá. Y lloraba amargamente, porque sabía que nunca los volvería a ver de nuevo, nunca jamás... 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario