Ya solamente quedamos los dos y el cantinero que está sentado cerca
Siempre nos sirve un trago más, tiene los ojos rojos de tantas lágrimas
Traga saliva en silencio, nada que opinar
Nos sigues contando de tu vida
De cómo cambiaste sin rumbo, sin darte cuenta de los días, recordando
El día en que los enterraste, en el mismo cajón, pagaste la misa
Y pagaste el cementerio con lo último que te quedaba, tu suegra lloraba
Tus cuñados no tenían consuelo
Echaste toda la tierra, aplanaste bien el lugar, nadie te molestó, todos se fueron
Pusiste la pequeña lápida que habías comprado y te abrazaste a la tierra
Luego fuiste a casa a quemarlo todo
En silencio, sin discursos, sin más lágrimas, sin rencores, sin pedir nada
Y empezaste a caminar
Solo recordabas los momentos de felicidad
Pero no podías borrar de tu memoria el rostro de tu esposa quejándose de dolor
Y ese pequeño cuerpecito que te mostraron diciendo
Óbito fetal
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