El resto de vicuñas siguieron su camino bordeando el lugar donde estaban el sacerdote y el inca. Las niñas caminaron en completo orden al lugar donde les indicó fueran una sacerdotisa de edad avanzada. Antes de llevarlas, esta sacerdotisa miró de frente a Chaska, luego a Urpi. Las examinó y sonrió para sí misma: nada mal, nada mal. Se repetía una y otra vez, mientras las guiaba a un lado de la ciudad.
Llegaron cantando, algunas movían las manos, muchas incluso sonrieron, sabiendo que se acabaron los sacrificios. Pero, aún seguía muy viva la imagen de los corazones que se entregaban como sacrificio, y querían saber la razón de todo lo que pasaba, solo eso, nada más...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario