Salieron de noche, muy silenciosos. Se desorientaron, las tinieblas no ayudaban. Al amanecer Chaska se subió a lo más alto de una pequeña montaña y trazó la ruta en forma mental. Volvieron a caminar entre las tinieblas, tanteando el terreno, sin hacer ruido, huyendo de las corrientes de aire y de la fogatas, tratando de no perderse de nuevo, aunque demoraron mucho tiempo en llegar.
Fue terrible encontrar el árbol destruido. Había sido orden de los jefes, para que no quedase ninguna huella de aquello, para no levantar sospechas de la divinidad de los Apus, para que nadie pudiese hacer la misma magia. Chaska lloró amargamente abrazada al tronco carbonizado, quería morir en ese lugar.
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