lunes, 15 de diciembre de 2025

Poema 2438

Los muros del lugar eran enormes, no dejaban que nadie pudiese ver desde afuera lo que sucedía adentro.
Las niñas hacían todo tipo de actividades, que incluía la limpieza de sus propias camas, vestimenta utensilios. Ellas mismas preparaban sus propios alimentos, rotando periódicamente las labores. También cultivaban algunos vegetales y criaban algunos animales.

Preparaban la chicha destinada al emperador y los sacerdotes. A veces les pedían algo especial para el Inca, solamente en esos momentos las supervisaban muy de cerca. Después eran libres de hacer lo que querían.

A Urpi le gustaba tejer, bordar, hilar. Chaska era muy buena tallando en hueso. Hacia maravillas con su pequeño tumi. Pero, algo que ambas compartían, era escuchar las historias de todas las muchachas de ese lugar. Incluso aprendieron los idiomas de todas, para entenderlas mejor.

Hasta que llegó el momento de prepararse. La seleccionada sería entregada a los Apus, aunque era por una persona en especial, no por una montaña, o un río que destruye toda una población. Esto era distinto.

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