sábado, 14 de septiembre de 2024

Poema 246

 Caminamos de la mano por la alameda, tú hablabas, como una pequeña que está descubriendo el mundo, hablabas sin parar, te reías de tus bromas, de tus ocurrencias, de todo lo que te había pasado en el día de trabajo. A veces me hacías una que otra pregunta, yo te contestaba con evasivas, afirmaciones cortas, o palabras sueltas, aprovechando tu silencio para robarte un beso, una caricia, o alguna que otra muestra de amor a las que te tengo acostumbrada. Te molestabas un poquito, por no prestarte la debida atención, como tú misma decías, reías, y seguías hablando mientras, tomada de mi brazo, caminábamos juntos por la alameda, entre la gente que a veces nos miraba, en la tarde que se oscurecía, entre el bullicio de los autos, de la ciudad entera, entre todo eso es tu risita alegre lo único que escuchaba, y lo único que realmente me importaba.

Nunca podé plasmar en letras toda la montaña de emociones y sensaciones que sentía cuando jugueteabas con mi brazo, o con mis manos, o cuando traviesa metías tus manitos en los bolsillos de mi chaqueta. Tengo frío, decías. Yo te abrazaba más, te apretaba a mí, y sentía el mágico aroma de tus cabellos, que se alzaban rebeldes mientras el viento ligero hacía un estropicio de ellos. Oh, tus cabellos!Ni la medusa mítica pudo tener tanto poder en los suyos como tú con tus cabellos que me seducen por completo. Me regalas un mechón de tus esplendorosos cabellos negros? Aunque, te lo confieso, ya tengo un buen puñado de ellos, te los he ido robando de a pocos, sin que te dieras cuenta, me los he quedado, y van conmigo, como reserva para cuando necesite una pequeña poción de esta droga nueva: el aroma de tus esplendoroso cabellos.

Llegamos tan lejos, que tuvimos que tomar un taxi para retornar al auto, que habíamos abandonado en la carretera. Íbamos atrasados, no existía la posibilidad de retornar caminando. El taxista sonreía, ante tantas muestra de cariño, parecíamos dos niños, aunque las canas ya pintan mi cabeza, y mis gestos siguen siendo los de un caballero chapado a la antigua. Aun así haces que me comporte como un niño, sacas de mi los comportamientos más tiernos que jamás haya tenido. Ya en el auto, no podemos hacer mucho, tú conduces, yo voy a tu lado, cantando mis alocados versos, y tú, cada vez que puedes, me regalas una mirada tierna, una suave caricia, y un ligero pero delicioso beso. Cómo quisiera que todo esto fuese eterno!

No hay comentarios.:

Publicar un comentario