Cierro los ojos, trato de dormir y, por más que lo intente una y mil veces solamente logro ver su imagen, tan bella, tan radiante, hermosa y provocativa, y esos ojos negros que me miran, y destruyen mi cordura, destruyen todo aquello que antes había construido, en la paz y la calma de lo que había sido mi vida hasta el momento en que usted, sin previo aviso, invadió mi vida, se robó mi corazón y me dejó perdido sin remedio.
Usted, señora bella, es ahora dueña de mis sueños, de mis deseos, de todo lo que tengo. Nada más puedo hacer, solamente seguir soñando con que un día de estos pueda al fin tenerla frente a mi, tomar valor, tomar sus manos, mirarla fijamente y, ojalá sin desfallecer, pueda decirle que la amo con locura, y que muero por uno solo de sus besos.
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