Hoy te soñé de nuevo. Estabas radiante, hermosa, sonriente, feliz.
Íbamos a trabajar juntos nuevamente, pero, en esta ocasión, era tu lugar de trabajo habitual a donde me había dirigido, y no al revés, como antes.
Me recibiste con una sonrisa tal, que demostraba que estabas plenamente feliz, que te alegraba mi presencia. Te colgaste a mi cuello, me besaste un momento corto, para luego, tomarme del brazo y conducirme con tus jefes al lado de una amiga tuya.
Luego, con la amiga, me explicaron todos los detalles de la labor futura. No imaginas lo que he disfrutado viendo como argumentabas esto, o aquello, como gesticulabas algunos actos, y como, al darte cuenta, que no prestaba la más mínima atención a todo lo que decías, pues estaba embobado con tu mágica presencia, simplemente me abrazaste y me besaste, y me dijiste: "despierta"
Oh! Por qué tuvo que ser así? Desperté, claro está. Y mi lecho está vacío. No están tus abrazos, tus caricias, tus besos. Solamente queda un vago recuerdo de tu aroma y tu mágica presencia. Cierro mis ojos y, ahí están de nuevo, esos lindos ojos negros que, juguetonamente me dicen: también te quiero, loco poeta, también te quiero.
Me arropo lo más que puedo, me entrego a los brazos de Morfeo. Allá voy mi princesa, allá voy. Espérame solamente un momento...
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