Creer que, porque amas, te tienen que amar, es el error más frecuente del poeta que se enamora y entrega su corazón, su alma, sus versos, su vida entera convertida en letras a la persona a la que idolatra. Pero no acepta, no entiende la razón de la negativa de quien es la causa de sus desvelos, de sus locas emociones, de sus pasiones en desconsuelo. Oh, poeta, que amas sin razón, sin remedio, déjate llevar por el tiempo del olvido, deja atrás todos estos sentimientos, ya no escribas más, que tus versos caerán en un saco roto, en el abismo vacío del cruel olvido.
Yo también amo en este momento, y dedico mis febriles letras en apasionados y desquiciados versos, y escribo sin parar con la vana esperanza de lograr la atención de aquella a la que tanto y tanto quiero, o, en su defecto, de que sean mis versos el lugar donde lentamente muera este cruel, aunque delicioso, sentimiento. Amo con locura, sin razones, sin esperanza alguna, y solamente quiero plasmar en letras lo que ahora yo siento.
Nunca la tuve en mis brazos, nunca fueron mías sus caricias, menos sus besos. Nunca siquiera tuve su atención plena, y jamás, nunca mostró interés alguno hacia mis alocados sentimientos. Solamente era yo, quien en noches de insomnio infinito, soñaba y soñaba despierto, con una magia que nunca se hizo realidad, con un deseo irremediablemente perdido, con un sueño etéreo que nunca logró despertar.
Ahora me tocó regresar a la realidad, y poner los pies sobre la tierra, de nuevo. Es muy duro, es cruel, es insensible, vivir la vida así es una agonía sin remedio. Pero, es lo que tenemos, el deber obliga a mantenerse frío, a mantenerse cuerdo, aunque no lo quiero. Debo seguir, a nadie le importa mis sentimientos, nadie se interesa por mis letras en sufrimiento, todos esperan que sea una roca que les de apoyo duradero, todos piden de mí el máximo vital esfuerzo. No es tiempo de poesía, no es tiempo de amores, no es tiempo de sentimientos, no hay espacio en la terrenal vida para los versos.
Así que, toca enterrar mis sentimientos, en lo más profundo de mi pecho. Ponerles mil candados, quizá buscarlos en las noches solitarias, o dejarlos bailar libres en mis sueños. Quizá escribir en uno que otro momento, quizá, solo quizá seguir soñando con la vana esperanza de que todo será diferente en algún otro espacio tiempo. Pero hoy, hoy te he perdido. Hoy he perdido un amor que solamente existió en mi mente, en mi corazón, en mi pecho, que solamente fue un sueño, un mágico sueño, es cierto, pero, al fin y al cabo, solamente un sueño de un soñador empedernido, que nunca quiso estar despierto.
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