Sentados en el sofá, escuchamos la música de unas guitarras. Como siempre te has recostado en mi pecho, y has cogido con ambas manos una de las mías. La exploras, como buscando algo que has perdido. La miras con mucho detenimiento, envidio mi mano, pues a ella la están mirando tus lindos ojos negros. Pero, sigo en silencio, disfrutando el calor de tu cuerpo, el aroma de tus cabellos, tus manos juguetonas.
La música sigue, el calor del hogar nos abriga, afuera empiezan unas gotitas, y el olor inconfundible a tierra húmeda nos avisa que llegó la lluvia, y que la naturaleza entera está de fiesta. Ambos dirigimos nuestras miradas a las cortinas que cubren las ventanas, como queriendo ver a través de ellas, y disfrutar de la magia de la naturaleza que despierta. Pero, no queremos movernos de este cómodo sofá que es ahora cómplice de nuestros deseos y nuestra pasión, que a veces, muchas veces, se desenfrena.
Me miras, y en tus ojos veo el deseo. No me contengo, y me dejo llevar, y te llevo conmigo, a esos lugares que nos regala el espacio tiempo cuando entre abrazos, caricias y besos, nos entregamos por completo. El fuego en la chimenea nos mantiene abrigados, la lluvia arrecia afuera de la casa. La música sigue melodiosa regalándonos sus mejores notas. locos de pasión, estamos desnudos en el sofá, perdidos en un universo desconocido para otros, pero para nosotros tan mágico, que ya no queremos despertar de este mágico sueño.
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