Le dijo a la sacerdotisa que había escuchado de este tipo de enfermedad en algunas comarcas cercanas a la tribu de sus abuelos maternos, que ella nunca había conocido, pero su madre le había explicado la características de la corteza y del árbol que podría curar a la persona enferma, si es que la llevaban a la selva, que es donde crecía este árbol tan especial.
La sacerdotisa no creía lo que le decía, pero el sacerdote había entrado al lugar para llevar a la doncella en sacrificio, se quedó parado un buen tiempo, en silencio, para luego decir que también había escuchado ese tipo de historias, pero que nunca le habían indicado de esa planta en especial, ni que tampoco sabía si funcionaba, pero, que quizá podría ser una posibilidad.
Les dijo que les asignaría su guardia personal, quienes las llevarían a la selva más cercana, y que tenían cinco noches, pues ellos partirian en tres, llegando a su destino en siete noches. Y harían el sacrificio al gran Apu. Si llegaban en cinco y funcionaba el tratamiento, los chaskis podrían llegar a tiempo para detenerlos.
Urpi y Chaska salieron inmediatamente, corriendo entre quebradas y cordilleras, llegaron al segundo día a la selva, y no se detuvieron para nada. Al llegar a la cima de una montaña, Chaska trepó a un gran árbol, y con las características que le había dado Urpi, encontró ese árbol especial. No corrieron, volaron, llevando las cortezas, sin comer, sin dormir, lastimandose los pies, las manos, los soldados apenas podían manteneles el ritmo.
Llegaron al sexto día. Para cuando el Jefe militar estaba curado los chaskis apenas pudieron constatar que la doncella ya había sido entregada en sacrificio. Fue la primera vez que Urpi lloró, mientras Chaska la trataba de consolar...