viernes, 12 de diciembre de 2025

Poema 2425

Pasaron varios meses, Tari ya había cumplido los 9 años, pero estaban tal alto como su papá, y sus piernas se veían más fuertes que las de él. Había agarrado por costumbre el salir a trotar a la montaña, llegando casi hasta la nieve, llevando siempre un poco de cancha y charki, y una vara de madera fuerte, que le servía para mil cosas

Demoró mucho tiempo en darse valor para llegar al mismo lugar desde donde vió como la caravana donde se iba Urpi llegó hasta el lugar donde acamparon y donde el puma lo atacó y casi lo mata. Tenía miedo, mucho miedo, y siempre se repetía a si mismo: hoy no, mañana quizá 

Hasta que ese día llegó. Con el pretexto de atrapar a un guanaco que había escapado, llegó hasta ese lugar y, para su gran sorpresa, se percató que no estaba solo ahí: al lado del guanaco, que se encontraba recostado masticando tranquilamente algo, su abuelo estaba sentado con su poncho que le cubría todo el cuerpo, su mirada fija al horizonte y una especie de sonrisa en los labios y una paz y tranquilidad monumental.

Le hizo un gesto de silencio, y Tari se quedó quieto, no se movió, solo atinó a mirar en la dirección que el abuelo le indica. Vió la gran ruta de piedras, el tambo en la cima de una pequeña montaña, el río y el otro rio, más montañas. No, no era eso lo que quería que viera, le hizo notar el abuelo, que tenía una mano puesta sobre el lomo del guanaco que estaba plácidamente recostado a su lado

Mira de nuevo, le dijo en voz baja

Para esto, Tari recién se había percatado que su abuelo estaba sentado sobre un pie y el otro estaba flotando en el aire, una posición muy rara e incomoda para su gusto, pero se preocupó más en mirar a dónde el abuelo le indicaba. Dejó de pensar, solo miraba, el viento en la cara, las luces del sol en el rostro, algunas gotas de agua, y cerró los ojos. Entonces lo sintió. Ese olor característico. Abrió los párpados y sus ojos se encontraron con los del felino que los estaba acechando, aunque el cazador sabía de su desventaja, así que estaba en posición defensiva, listo para huir

Un cóndor empezó a dar vueltas en derredor, su abuelo alzó su mano, y el puma salió de su escondite y se dirigió lentamente hacia otro lugar, como quien entiende que no era el momento ni el lugar de la cacería. Y se retiró 

Tari se sentó en el suelo, aspiró profundamente, y se dejó llevar por la magia de las cumbres, el aire helado, el cielo azul, y los olores de la vida que le llegaban y le hacían soñar.

Poema 2424

Pero el día de partir llegó. En el caso de Chaska, a su pueblo solamente llegó un delegado con algunos soldados, la caravana se quedó muy abajo, el clima de la puna es inclemente 

El papá de Chaska solamente la abrazó, le dijo que se porte bien y nada más. Su mamá lloró muchas noches previas, pero en ese día se mantuvo sería y con una mirada retadora, silenciosa y ceremoniosa. La abrazó, le entregó su lliclla, que amarró a sus hombros con algunas cosas que le serían de utilidad, y le dió una palmada para que partiera 

Chaska caminó bien derechita, sin mirar atrás, no entregó su lliclla a nadie, no permitió que la alzaran en ningún momento y no pidió ni comida ni agua, aunque recibió lo que le daban y comió y bebió cuando todos lo hacían. Estaba segura que la cuidaban, por eso comía y bebia, y había decidido vivir

Cuando se integraron a la caravana, se dirigieron a varias comarcas, y en todas siempre entregaban a una niña, a veces un niño también. Ella no entendía mucho de todo ésto. Solo en algunos pueblos donde hace mucho calor y la tierra se desarma bajo los pies, los niños lloraban mucho y los tenían que "mandar a dormir". Luego, cuando despertaban y volvían a llorar, los hacían dormir de nuevo. Iban en literas, cargador por hombres muy silenciosos, apartados del grupo principal.

Cuando despertaban hambrientos les daban de comer solo si dejaban de llorar. Y así, conforme avanzaba la caravana, la marcha se hacia muy silenciosa, y nunca se quedaban en ningún pueblo, solamente recogían a la niña o niños, y salían de la comarca para acampar en el camino, cerca a un tambo, en el camino de piedra principal 

Pero en las noches, cuando todos dormían, el llanto de algunos niños le hacía recordar a su choza en la puna, su papa recién hervida, su mamá y sus hermanitos, y la mirada firme aunque desolada de su papá. Y lloraba amargamente, porque sabía que nunca los volvería a ver de nuevo, nunca jamás 

Poema 2423

A Chaska el frío no le hacía mucha mella, al contrario, parecía sentirse bien cuando Urpi de congelaba y sus dientes castañeaban chocando unos contra otros. En esos momentos la abrazaba y le cantaba las canciones de su mama en su natal terruño, allá en lo alto de la puna, dónde el agua brota directamente de la cumbre helada, dónde solamente crece ichu y solamente puedes sembrar papas 

Era la mayor de su casa. Su papá era el jefe de la comarca por elección de los demás, ya que el anterior había muerto peleando contra los ejércitos de los incas que estaban en plena conquista. Fue su papá quien tuvo que arrodillarse frente al conquistador, agachando la cabeza. El Inca hizo que se pusiera de pie, le dijo que eran hermanos, lo abrazó y le dijo que se casaria con su hija mayor o su hermana. Al ver que Chaska apenas era una niña de 6 años, le dijo que estaría bien para ser de las seleccionadas, así que tomó a la hermana de su papá como su esposa y se fué, con toda su comitiva 

La guerra había durado mucho tiempo. La comarca se había mudado varias veces, ya no tenían ni llamas ni guanacos, solamente papa. Chaska caminaba a duras penas, comían una papa al día, y eso hizo que se quedara pequeña y su cabellera se hiciera rojiza

Su piel se puso oscura por el sol de la puna, pero sus ojos marrones oscuros parecían de puma o de jaguar, miraba con una profundidad que atemorizaba a los demás. Su mamá se pasó noches enteras llorando cuando se enteró que se la llevarían, ella también, perdió el poco apetito que tenía y había decidido dejarse morir de hambre para no tener que dejar sola a su mamá con sus hermanitos 

Poema 2422

Tari estuvo en cama con fiebres por varios días y sus noches. Le dolia el cuerpo entero y la piel le ardía de una manera que quería que todo se apague de una buena vez
Le dieron chicha especial, y por vez primera mastico coca. El dolor disminuía, pero solo eso. Hubieron sesiones con grasa de diferentes animales y otros ungüentos y brebajes que incluso le hicieron vomitar 

Se curó. Su cuerpo tardó unas semanas más en reponerse, pero las heridas le dejaron cicatrices imborrables que le harían recordar toda la vida su imprudencia 

Le tomó algunos meses volver a ser el de antes, aunque se dió un estirón impresionante. Quizá fue la fiebre, o los brebajes, o el haber estado en cama tanto tiempo, o todo junto a la vez; lo que importa es que se hizo más alto que el resto de congéneres. Y su cuerpo volvió a ser vigoroso, y empezó a ejercitarlo, y sus pies se hicieron más ágiles y fuertes que antes

Casi sin darse cuenta ya estaba de nuevo trotando por la montaña, compitiendo con los perros por atrapar a las llamas y guanacos, y también estaba corriendo hacia el río grande, iba y venía trayendo sobre los hombros bultos un poco mayores a los que llevaban sus congéneres. Se hizo muy útil en todas las labores, su papá y sus tíos le enseñaban las técnicas básicas del combate con la macana y la porra

Su abuelo le seguía contando historias, mostrándole los nudos de los quipos, que para él eran un verdadero enigma. Y siempre lo miraba sonriente, sabedor de que su nieto se preparaba para algo grande

Lo intuía, lo sabía, lo esperaba 

Poema 2421

Al inicio de la travesía, que duró varias lunas, Urpi no se percató del camino, pues solamente tenía cabeza ara pensar en su casa, sus hermanos, su mamá y por alguna razón en ese mocoso insolente del cual se resistía a recordar su nombre: Tari
Quién se llamaba así?! No recordaba a nadie en su familia ni en ningún otro lugar con ese nombre tan tonto y más adecuado para una niña 

Luego, se tapaba la cara con sus mantas y se escondía de las estrellas para que nadie descubra estos pensamientos. En su cabeza los dioses de las selvas y las montañas eran tan poderosos que podían poner sus ojos y orejas en las estrellas y espiar a todos los seres de la tierra

Cerraba los ojos, con la esperanza de que así nadie la vería. A su lado una niña pequeña gemía y sollozaba ahogando su voz. Nadie quería ser escuchada, pero está pequeña parecía una bebé, demasiado frágil y más delgada que todas las demás. A su lado, Urpi se sentía una adulta, porque le llevaba casi una cabeza de altura, y además sabía que, de ser necesario, podría cargarla. Aunque no fue necesario, ella tenía una fortaleza espiritual que compensaba todo. Es cierto, lloraba en silencio, gemía, pero cuando estaba ante otras personas nunca nadie notaría su tristeza 

Chaska, así se llamaba, y llegó a ser la mejor amiga de Urpi

jueves, 11 de diciembre de 2025

Poema 2420

Esa misma tarde en la que Urpi se fué con la caravana, Tari trepó a toda carrera hasta la cumbre de la montaña, para divisar cómo se movía la columna humana y pudo ver el lugar donde prendieron fogatas, armaron tiendas y se pusieron a acampar 

Pasarán la noche ahí

Regresó a su casa en silencio, ya no tan rápido, estaba hambriento y con frío 
Mañana traeré cancha y una papa, también una manta para abrigarme y quedarme más tiempo 

Llegó a la casa, nadie se había percatado de su ausencia, todos estaban ocupados en sus quehaceres, había tanto que arreglar después de que la caravana de las vírgenes pasó, y Tari no era el mayor ni el último, así que, todos pensaron que andaría jugando por algún lugar 

Se levantó al alba, corrió cargando su cargamento hasta la cima nevada pero, al llegar, ya no había nada de ese campamento de la caravana, solo la ruta empedrada que tenía un tambo a lo lejos, y le pareció ver a un chasqui desaparecer en sentido contrario

Hay noticias, pensó para sí 

Pero estaba tan absorto en sus pensamientos y en sus ideas que no se dió cuenta del peligro que lo acechaba. El puma saltó sobre él con precisión felina, y de no haber sido por la habilidad de Tari que extendió la manta sobre el rostro del atacante, otro habría sido el final

Corrió por su vida, sintiendo la amenaza en la nuca, esquivó varios zarpazos, hasta que uno lo tumbó por los suelos, y le hizo rodar
Aprovechó el impulso y se dejó caer lo más rápido posible, sintiendo su piel ardiendo y esa sensación de estar perdido de una presa que ha caído en una trampa

Pero el puma se quedó atrás, ya que estaba en los campos de pastoreo y los perros empezaron a ladrar. Agradeció a los apus por los perros, que lo siguieron hasta su casa, cubierto de tierra, sangre y sudor, con algunas lágrimas en los ojos

Su papá estaba en casa, el abuelo también. Fué este último quien hablo: disciplina. Es todo lo que dijo

Su papá lo tomó de una mano, y lo llevó hasta la quebrada de agua helada. Desvistete. Ordenó 
Y lo sumergió en esas aguas frías y cristalinas, y le pasó una especie de masa verdosa en las heridas que le hacían ver las estrellas de dolor
Pero no lloró 

Cuando estés solo, estas cicatrices te deben hacer recordar que no hay nadie para ayudarte! No lo olvides nunca! Nunca!

Y lo empezó a azotar

Poema 2419

La caravana iba escoltada por un grupo de guerreros que no se atrevían a acercarse a ella. Urpi ya sabía de todos esos detalles, sus mamás le contaron todo, así que no tenía ningún temor
Solamente quería servir de ejemplo y orgullo para su comarca, no se permitía a sí misma llorar ni estar triste, ni siquiera cuando por la noche la caravana levantaba un pequeño campamento y todos debían dormir 

Escuchó a varias niñas gemir, casi como un suspiro, con unas vocecitas lastimeras que eran tragadas por la danza de las lenguas de fuego consumiendo la leña, uno que otro insecto nocturno o un ave de mal agüero que nunca falta

Los soldados hacían varios campamentos rodeando al grupo mayor, y preparaban alimentos, y traían chicha del tambo más cercano, y todo eso compartían con las niñas y niños que iban en esta marcha que se repetía año tras año. También habian niños, pero ellos eran seleccionados para otro fin.
No sé mezclaban con los demás, no hablaban y nadie los podía ver

Urpi llevaba la madera en la mano, no la soltó por un solo minuto, era su tesoro más preciado. Muchacho tonto, solía pensar, y en silencio lo recriminaba, casi hace que los castiguen a ambos, y tuvo que tomar este trozo de madera sin aparente valor. Pero, conforme pasaban los días se dió cuenta que este pequeño trozo vegetal era muy especial, pues con solo mirarlo le hacía recordar su comarca, su casa, su mamá, sus juegos, y sobre todo a ese mocoso insolente que la miraba siempre se extraña manera
Te buscaré, te buscaré 

No era necesario buscar! Sabía dónde estaba y dónde estaría! Lo que no era posible es llegar hasta allá, ella va a un lugar donde nadie de su comarca jamás podría llegar

Te buscaré 
Niño tonto. Niño tonto...