sábado, 26 de abril de 2025

Poema 1112

Cuenta la leyenda que hubo una vez
Un loco que se enamoró y no pedía nada a cambio
Solo la posibilidad de ver a su amada de vez en cuando 
Y dedicarle su vida transformada en versos que día a día iba escribiendo 

Primero eran unas torpes letras que ni siquiera rimaban 
Luego fueron versos que parecían cantos de seres celestiales
Más adelante eran canciones fenomenales
Pero en cada uno de ellos iba parte de su corazón y de su alma

Sin darse cuenta el loco enamorado escribió más de mil versos
Se puso un momento a meditar, ya había escrito demasiado 
Nadie leía lo que su pluma plasmaba 
A nadie le interesaba lo que escribía 

Luego de eso perdió la cuenta
Solo soñaba en su cueva y continúa 
Aún hasta hoy si sabes buscar
Encontrarás poemas de este loco de atar

Dicen que llegó la muerte, que ya era su hora
Le dijo: vamos, loco poeta, es tiempo de descansar 
El poeta la miró con una mirada triste
Y le pidió que se ponga cómoda, que quería escribir sus últimos versos del día
Le sirvió una buena taza de café y unas rosquillas 
La muerte asintió y tomó algunas hojas que ahí estaban 
Mientras disfrutaba de su merienda empezó a leer los poemas 

Se puso a llorar mientras leía
También reía por momentos a carcajadas 
Luego suspiraba, luego se enojaba
Hasta que sonó su alarma, tenía que ir a por otras almas

Poeta, le dijo, es hora, tengo prisa
El poeta no respondió, le hizo una señal de "espera" con una mano
Y seguía en su frenética tarea
Está bien, dijo la muerte, voy y vuelvo, no demorare tanto
Mientras tanto me llevaré tus versos para entretenerme en el viaje

Así pasó, regresó la muerte luego de unos días 
Trajo los versos del poeta, y los puso en el lugar donde los había encontrado 
Cual no fue su sorpresa, ya habían nuevos versos en una nueva pila
Y nuevamente una café caliente y una rosquillas 

Dicen que sigue el poeta escribiendo hasta nuestros días
Que su amor es infinito y nunca se secará la tinta
Yo solamente quiero contarles que un buen día
Dejaré de embaucarme por esos versos geniales, el café y las rosquillas 

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