sábado, 18 de febrero de 2017

Tristeza y soledad...

Sentado en una vieja banca solitaria, bajo un gastado y seco árbol, sintiendo solamente la brisa marina que lleva sus amargas lágrimas, entierra el poeta en la fría tumba sus mas preciadas letras, sus versos, sus sueños y todos sus anhelos.

Solamente la triste noche lo acompaña, solamente el sabor dulce amargo de los recuerdos, le hace recordar que no ha muerto, que aún debe seguir su camino en esta pesada para él marcha, llevando a cuestas sus vanas palabras, sus miles y miles de versos muertos, que no pudieron nacer, que no encontraron el camino para ver la luz, y no pudieron hacerse realidad, y murieron antes de siquiera pensarlas.

Siente el suave murmullo de las olas, que juguetean en la arena, y que hacen de la espuma su lecho de plumas, su altar de amor, su saludo y despedida. Presta atención a la música que trae la brisa, el canto de sirenas encantadoras, la voz de Poseidón y de sus hijas, los gritos y quejidos de moribundos bajo las olas, los cañones de fragatas y carabelas, las maldiciones y juramentos de corsarios y piratas, de marinos y pescadores, el choque de sables, el crujir de maderos y de láminas de acero. Siente el poderoso canto del océano imperturbable, que se sabe amo y señor de sus aposentos. Pero no llegan a su oído las palabras, solamente los sonidos que lo adormecen y lo calman.

A la distancia ve las luces de la gran ciudad. Las personas no duermen, la vida continúa. Solamente él, un solitario soñador, quiere encontrar las palabras para festejar su vida y sus sueños... Y no encuentra nada.

Mira la tumba solitaria. Ahí quedan los sueños, las fantasías e ilusiones. Ahí quedan para siempre enterradas todas aquellas letras que alguna vez quisieron tomar alas, y lanzarse a componer versos y canciones, cuentos y, por que no, poemas. Pero ya es tarde. El mundo no espera. Con tristeza se aleja de este túmulo solitario, donde ha enterrado su alma y aquel niño que lo alentada, los abandonó para siempre, pues no los ha de necesitar más, para su rutinaria y desabrida vida cotidiana.

Al lado de las estrellas, teniendo como muda testigo a la luna ensangrentada, una musa se esfuma en el infinito, con tristeza se entrega a los vientos etéreos del la oscuridad eterna, y sin poner resistencia, y sin entender por completo la razón del final de su existencia, se va evaporando lentamente, y lentamente, poco a poco, va desapareciendo, y se convierte en ... NADA.

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