Lex Letter. 23 años. Fumón guitarrista, hippie. Estado actual: vago. Nombre real: Alejandro Marcial. Apellidos: te importa?
Nació en una familia de clase media. Incluso algo acomodada. Fue a una escuela estatal en la primaria y la secundaria lo hizo en un colegio particular. Alumno regular mediocre. No destacó en nada. Ni en estudios. Ni en deportes. Ni siquiera en travesuras o en pandillas. Y ni siquiera repetía de año, aunque sus notas eran bajísimas, siempre aprobaba los cursos (a las justas) y lograba pasar de nivel.
Su mamá era maestra de inicial. Le inculcó el gusto por la lectura. Y también de ella heredó una excesiva sensibilidad. Su papá era obrero, que apenas si sabia escribir. Casi siempre estaba ebrio. Y solía golpear a su mamá.
Le gustaba cantar. Pero lo hacía a escondidas, ya que cierta vez, estaba cantando a viva voz mientras se bañaba, y su papá lo escuchó. Lo azotó hasta que sangrara, "esas son mariconadas, reconcha tu mad..." le gritaba. Y nunca mas volvió a cantar. Soñaba con tener una guitarra. Pero ni siquiera lo insinuó.
Terminó el colegio como uno mas del montón. Como uno mas de los sin futuro. De los que sobran. Asi que, como todos en el barrio, buscó un trabajo en cualquier oficio en la ciudad.
Un día intentó ser obrero, pero al caérsele un balde de mezcla al suelo (era debil de contextura) su propio viejo le propinó semejante puñetazo que le fracturó la nariz y lo desmayó.
Un día intentó ser obrero, pero al caérsele un balde de mezcla al suelo (era debil de contextura) su propio viejo le propinó semejante puñetazo que le fracturó la nariz y lo desmayó.
Su mamá le consiguió trabajo en un grifo. Pero fue victima de un asalto. Y nuevamente su viejo lo masacro. Otra vez la nariz rota. También la frente y unas cuantas costillas.
Su madre también la pasó mal. Y sus hermanos, todos menores que él, también fueron azotados.
Su madre también la pasó mal. Y sus hermanos, todos menores que él, también fueron azotados.
Después de esto su mamá se fue a vivir con su abuela. Ahí estaban sus tíos. Ellos propinaron tal golpiza a su papá, que el viejo desapareció. Dijeron que se largó a la montaña.
Mejor para todos.
Pero perdieron la casa (el viejo la habia hipotecado y no habia pagado, asi que el banco la embargo y la remataron). En casa de su abuela no habia mucho espacio. Vivian en un solo cuartucho su mamá, sus hermanos y él.
Pero perdieron la casa (el viejo la habia hipotecado y no habia pagado, asi que el banco la embargo y la remataron). En casa de su abuela no habia mucho espacio. Vivian en un solo cuartucho su mamá, sus hermanos y él.
Uno de sus tíos le dio la solución. Enrolarse al ejército. Su mamá lloró dos noches enteras. "Te matarán" "Te pegaran" "Vas a sufrir" le decía.
Se fue. Pensaba que no iba a regresar...
Y así fue.
Se fue. Pensaba que no iba a regresar...
Y así fue.
Al inicio el ejército no pintaba mal. Los golpes, la masacre diaria, y todas las pruebas de resistencia eran pan comido para él. No en vano había resistido con tanto estoicismo el maltrato y las palizas de parte de su viejo. Los golpes que recibía de los sargentos y suboficiales parecían caricias comparadas a las verdaderas tundas que le propinaba su viejo. Y que decir de los puntapiés de los oficiales. Hasta risa le daban. Lo mejor de todo es que había un trabajador civil que le gustaba cantar y tenía una guitarra.
Empezó primero cantando con el tipo exte, esas canciones cantineras de toda la vida, y las sonseras mojigatas romanticonas, que hacía que todo el mundo aplauda. Y aprendió a tocar la guitarra. Casi sin querer. "Tienes el don" le decían.
Fue una pequeña época feliz. No duró mucho, pues lo ascendieron a cabo y tuvo que ir con una patrulla al monte. Al mando estaba un alferez recién egresado, mas pequeño y flaco que todos, pero que se había aliado al suboficial a su cargo, que si era de temer. Habían hecho el curso de comandos juntos, y entre los dos había una química especial: les gustaba maltratar a todos por igual, sin motivo o razón, solo para pasar el rato.
Llegaron de noche a una comunidad nativa. Los nativos los tomaron por narcotraficantes y se abalanzaron contra ellos, hiriendo con una lanza al suboficial este. Fue una cosa terrible. Mataron a todos, incluso a niños, ancianos, mujeres, y redujeron todo a cenizas. No se salvó nada. Al menos eso creyeron.
Cuando regresaron felices al cuartel, los esperaba la policía militar. Todos fueron tomados presos. Se había escapado uno de los nativos y fue a contar lo que sucedió a los medios de la prensa, que por alguna razón estaban visitando una comunidad cercana (era por un documental). Fue terrible. Las imágenes de cuerpos calcinados, con orificios de bala en sus cráneos era terrible.
El alferez y el suboficial fueron presos, también los sargentos. Al resto de la tropa les dieron de baja, y le hicieron firmar una hoja en blanco antes de salir. "Dices algo sobre lo sucedido, y por la rechonche tu mad.. que te buscamos y te hacemos pagar"
Regresó a la casa de sus abuelos. Su mamá se había ido con otro profesor a trabajar a un pueblito alejado. Sus hermanos habían crecido un poco, y se habían habituado a los abuelos. La mamá les enviaba un poquito de plata para que los mantengan.
No tenía nada que hacer allí. Se fue a buscar trabajo en cantinas y bares, con gente que había conocido. Lo recibieron de buen grado (los lazos de amistad son para siempre, mi hermano!). Apenas pudo juntar algo se compró una guitarra, y se dedicó a componer su propia música y canciones. Pero a nadie le gustaba lo que cantaba. Todos querían escuchar las músicas bobas de la radio, o esos estúpidos boleros que solamente hablan cojudeces.
Integró una banda en un restaurante. Cantaba hasta el amanecer, hasta quedarse sin voz. Y la paga era mala, insuficiente para sobrevivir. Consiguió trabajo de guardián por las noches (así tenía donde dormir) y de día se bandeaba cantando en las plazas, en las calles y en los micros. Y no le iba mal, cuando cantaba las estupideces que a la gente le gusta escuchar. Pero, solo bastaba que empezara a cantar una de sus propias canciones, para que la gente se largue, e incluso que lo mande callar.
Se hartó. La marihuana le traía paz y tranquilidad. Y encontró un albergue donde unos ancianos le regalaban de sus platos para que pudiera comer. Y ellos si le escuchaban con atención (quizá porque estaban sordos, o quizá porque no tenían otra cosa que hacer).
Consiguió mil maneras de conseguir plata fácil. La mas sencilla de todas era la de cantar en las cantinas. Los borrachos te dan toda su billetera si los haces llorar. Te abrazan. Te besan. Solamente quieren escuchar esa horripilante canción que los hace ponerse sentimentales. Y bueno, a veces se quedan dormidos, y con el dueño del local, miti miti, lo de las billeteras y todos en paz.
Pero a veces pasaba las noches en una celda. Era cuando había batidas en las calles, y él se había fumado un porro y estaba "amor y paz", "volando en libertad".
Siempre lo dejaban salir:
- Cantate un bolero, Lex.
- Si, un cortavenas, que mañana es el cumpleaños de Ibañez.
- Y ese es un tarado sentimental...
Lex Letter, así se hacía llamar. No tenía un techo, solamente llevaba un pequeño morral, donde estaba toda su vida, y su guitarra, donde llevaba su alma y su historia, que nadie quería escuchar.
- Hazte a un costado Lex, que te traemos compañía...
- Y este quien es?
- Juan José, otra joyita. Y esta vez a destrozado un cajero automático...
- Déjame salir, mal parido!! Déjane salir triple hije puta!!
- Tranquilo, bro... Mejor relájate y duerme un poco, que estás bien mamado...
- Triple hije puta!! Ya veran... mañana tendré billete de nuevo.., ya verán... Esteee, me llamó Juan José, y tú?
- Lex Letter.
- Y esa huevada? Acaso cantas?
- Depende...
- Asuu.. osea eres filósofo... ja, ja ja...
- Que quieres escuchar...
- Cualquier huevada, bro... Total, cualquier mierda es mejor a estar acá....
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