viernes, 28 de abril de 2017

Mis mejores vacaciones

Una tarde de playa, de sol, mar y arena
Disfrutando de las delícias que el mar nos entrega
Una piscina, una bebida helada, una hamaca.
Y cuando el sol se haya escondido
Unas cuantas canciones al rededor de una fogata.
Teniendo a la luna como fiel compañera
Y de público alegre, al cielo y a las estrellas...

 

O quizá sea una mañana en la cordillera,
Disfrutando del límpido aire de nuestra sierra
Del azul hermoso del cielo de nuestra tierra
Y de la tranquila calma que nos rodea.
Un aromático pan recién horneado
El olor a hierba fresca del verde prado,
El indescriptible aroma de las gotas de lluvia
Al caer sobre la tierra seca,
Y acurrucarnos bajo las mantas
Escuchando el goteo incesante sobre las tejas...

 

 O navegando en las aguas de un caudaloso río
Que tranquilo serpentéa en la verde e infinita selva
Adormecidos por los mágicos ruidos ancestrales
Y el sonido indescriptible de miles de animales
Que alegres y ruidosos nos hacen compañía
Con una maravillosa y única, mágica sinfonía...

 

Parados o sentados, por aire, mar o tierra
Volando entre las nubes, o en la carretera
O en el transporte público en un día cualquiera
Siempre serán unas vacaciones geniales
Si conmigo y de la mano, vas a mi lado
Sonriendo, hablando de todo y de nada
O simplemente en silencio
Cuando sobran las palabras
Disfrutando de todo lo que la vida nos ha dado...

Mi compañera perfecta...
Mi musa eterna...
Mi pequeña traviesa...

miércoles, 26 de abril de 2017

Volver

No sabes cómo decirlo, o quizá

No encuentras las palabras adecuadas

Que se ajusten a tus sentimientos

Que reflejen tus verdaderos deseos

Que muestren a cabalidad lo que piensas

Que logren transmitir lo que me quieres decir...



Dudas...

Hablas de una y mil cosas, sin importar de qué

Lo importante es seguir hablando

Es mantener la conversación, es no tener que decir

Que ya es hora de despedirnos

Y que es tiempo de partir, cada quien por donde vino.

Eso es lo importante...

No dejar de conversar, aunque la noche llegue

Aunque se quede vacío, este lugar.



Llegado el momento, tomas valor

Y me lo dices, ocultando la mirada

Tratando de ser firme y de mostrar sinceridad,

Pero tampoco quieres que se note

Que estás a punto de llorar.



«Fue una torpeza, fue debilidad

No entiendo los motivos, ni la razón

De todo aquello que sucedió

Solamente me dejé llevar

Por las emociones

Por las circunstancias

Y no se por qué más...»



Repites una y mil veces

Que no volvería a suceder

Si no te hubiese dejado sola

Si hubiese estado allí todo el tiempo

Si no me hubiese ido

Si...

Si...



Te atraigo hacia mi, y limpio tu rostro

Te abrazo, y te apoyo en mi pecho

Y recuesto mi rostro hacia tu cabello

«Te amo, siempre te he de amar»

Es todo lo que te digo...



Y lo demás, ya no es necesario de mostrar

Pues el amor es así, nos suele regalar

Mucho dolor, muchas dudas, mucho sufrimiento

Pero también nos regala

Momentos sublimes

Momentos de eterna felicidad...

Otra vez tú.

Otra vez tú y yo solos,

Sentados frente a frente

En una pequeña mesa

De un bullicioso café...



Sonríes, mirando distraída

Al resto de comensales,

mientras lentamente

Y sorbo a sorbo,

Vas degustando tu humeante taza

De chocolate con leche

Y yo, yo bebo un sorbo de café

Un aromático y agradable

Negro café...



Te miro, en silencio,

Tratando de adivinar

Todo lo que no dices, lo que callas,

A pesar que no paras de hablar.

Sonrío, y suspiro suavemente

Tratando de no hacerme notar

Y ahora disfruto observando tus manos

Que no paran de juguetear

Y trato de encontrar las señales

Que ellas me quisieran dar...



Ríes con mis palabras,

Ríes con una sonrisa tal

Que me saca de la tierra

Y me invita a volar

Y me hace de nuevo soñar,

Soñar con esa quimera

De poder tus labios besar

De soñar con tomar tus manos

Y juntos irnos por el mundo

A volar

A navegar en los mares

De la felicidad

Sin importar nada más

Solamente amar

Y nada más...



Otra vez me encuentro solo

Frente a mi taza de café

Y la silla vacía de enfrente

Me dice que su ocupante

Ya se fue...

Me dejó ese aroma a nostalgia

De algo que pudo suceder

De un sueño hermoso y tierno

Que quise fuera verdadero

Alguna vez

Pero que no pudo suceder.



Y ahora solo me queda

La nostalgia de ese sueño

En una taza de aromático café..

Renacer

Renacer sin más ni más, solamente renacer,

Sabiendo que lo pasado quedó atrás,

Y que, después de tanto y tanto caer,

Y de entregar tu vida y tu corazón,

A esa empresa que te hizo perder,

Las esperanzas y las ganas enteras

De vivir, sólamente te queda renacer.



Reinventarte, una vez más, así es.

No puedes detenerte nunca más.

La vida no se detendrá, no esperará

Debes seguir, debes continuar,

Si quieres no quedarte atrás, una vez más.



Renacer, solamente eso, renacer otra vez

Lamer tus heridas, limpiar tu rostro,

Secar las lágrimas, mirar al cielo,

Agradecer por todo lo malo y lo bueno

Por todas las caídas, por los tropiezos

Y por tener la oportunidad única

De levantarte de nuevo...



Y por la dicha única, de tener amigos,

De tener una mano franca, que se extiende

Y con firmeza te agarra, y te sujeta, y te empuja

Y te acompaña, sin esperar de ti más nada

Que solamente el cariño sincero

Y la sonrisa franca, y el momento eterno

Del abrazo de amor fraterno, y el saber

Que este sentimiento será duradero

Pues en la amistad, el amor es sincero

Y es, a pesar de lo que digan, verdadero...



Renacer, renacer de nuevo

Sin importar lo que nos depare el destino

Sin importar las nuevas piedras del camino

Renacer, reinventarse a si mismo

Re armar tu cuerpo maltrecho

Re inventar tu alma, re escribir tus deseos

Latir nuevamente como un niño pequeño

Y echarte nuevamente a la vida en pos de tus sueños...

Atrapado en una sonrisa...

Y fue una noche maravillosa.

Saltabas, cantabas a viva voz, reías. Sobre todo eso: reías feliz, con una mirada de felicidad que contagiaba a todos. Y brillabas.

Una noche que pensábamos, iba a ser espléndida, inolvidable, feliz y placentera. Una noche que planificamos, que esperabas con emoción e impaciencia.

Y parece mentira que, hay cosas en la vida, momentos que a veces, muchas veces, nos llenan mas allá de nuestras expectativas.

Y ayer fue una noche de aquellas.



Fue una presentación que, a mi modo de ver, no es ni será la gran cosa. Canciones, bailes, coreografías.

Gente en las graderías, largas colas, esperas prolongadas, caminatas, discusiones por los lugares, por las sillas o butacas, con los vendedores (que siempre exageran en los precios), con los acomodadores, con los otros asistentes, con los vigilantes...

Pero Tú, Tú no veías nada de eso...



Solamente con impaciencia y cierta tensión me preguntabas una y otra vez mas: ¿Què hora es? ¿Cuánto falta? ¿Por qué se demoran tanto?

Y yo, yo ya no sabía que decir, ya no sabía como mantenerte entretenida, mientras los minutos lentamente se arrastraban con cruel y asfixiante paciencia.

Hasta que empezó. Y todo cambió.



Si estabas adormecida o somnolienta, ya no lo recuerdo.

Tu euforia fue tal, que nos hiciste brincar a tu lado.

Trepaste a la silla (como todas las demás niñas), y mientras tu mamá y yo te sosteníamos, bailabas y brincabas entonando a viva voz todas y cada una de las letras de esas canciones que quedarán grabadas para siempre en nuestra memoria.



Tu mamá y yo nos mirábamos, y sonreíamos...

Felices, al ver tanta felicidad en tu rostro.

Tratábamos de sujetarte en todo momento, en evitar que caigas de la silla, en evitar que te lastimes.

Parecía que tu corazoncito era un caballo desbocado que hacía saltar a todo tu frágil cuerpo.

Y una voz que no callaba, con una potencia inusitada, entonaba y gritaba al son de esos ritmos pegajosos que hacían las delicias de todos los presentes en ese escenario.



Fueron 90 minutos sublimes.

Solamente hubo empezado el show, cuando la cantante principal pidió a todos que se sentaran.

Y todos obedecieron, como por arte de magia.

Aún sentada, cantabas y bailabas, y no dejabas de gritar, y de vivar, y de sonreír, y de disfrutar ese momento que, estoy seguro, demorarás mucho tiempo en olvidar.



Y yo no olvidaré jamás esta noche singular.

Pues en esa noche, quedé atrapado en tu sonrisa, quede para siempre atado a tu sublime y tierna felicidad.

Y quizá esto no sea un poema, pero el momento vivido, fue poesía pura para mi alma, para toda la eternidad.

Aparta de mi este cáliz...

Dos mil años y contando, dos mil años han pasado

Y aún sigo crucificado. Aún sigo colgado de este poste

Aún mis manos están sangrando, atravesadas por clavos

Y en mi pecho, la herida sigue abierta, y sigue sangrando.



¿Qué pasó? ¿No era acaso este sacrificio suficiente,

Para aliviar los dolores humanos y redimirlos del pecado?

Dos mil años han pasado, y el mundo, si, nuestro mundo

No ha cambiado. Ni siquiera un ápice, ni siquiera algo.



¿Por qué tuvo que ser así? ¿Por qué es aún necesario

Que sigamos crucificando a inocentes, y castigarlos

Hacer que sangren, hacer que sufran, hacer que mueran,

Y no cambiemos ni siquiera un poco, ni siquiera algo?



Ya no puedo más. Ya no quiero seguir con este martirio largo.

Aparta de mi este cáliz. Ya no es un pedido, ya no.

Ahora te lo digo, te lo exijo. Ya no quiero seguir

En este vano intento de salvar a la humanidad,

De curar sus heridas, de limpiar sus pecados. Ya no más.

Ellos quieren seguir así, y lo han demostrado.

No quieren un salvador, nunca lo necesitaron.

Solamente quieren vivir a su manera, con sus pecados,

E incluso se jactan de hacerlo así. Incluso lo cantan

Y lo gritan a los cuatro vientos, que son felices por algo...



Ya no queda nada más, que sentarnos a esperar

Y observar tranquilamente lo que ellos harán

Con su vida, con su casa, con su pequeño hogar.

No necesitan de nosotros, así lo quisieron, así será.

Vayámonos a otro lugar, a otra historia a intentar

Salvar a una nueva, diferente a ésta, humanidad...

Maximiliano Quechua

Nací en un pequeño pueblo de la sierra peruana, detrás de las blancas cordilleras, camino hacia la verde montaña, en un paraje solitario y abandonado, olvidado por la historia y los gobernantes, olvidados por los dioses y las guerras.

Mis antepasados fueron invadidos una y mil veces por las tribus vecinas. Primero fueron los Waris, luego los Chankas, después los Inkas, y finalmente los españoles. Nunca opusieron gran resistencia, pues nunca tuvieron una cantidad significativa de habitantes. Solamente eran un pequeño pueblo, con sus costumbres, sus mitos y sus creencias, sus sueños, sus miedos. Y tanto las necesidades, la escasez de alimentos, y los temporales, hacían que las enfermedades cobren las vidas de los más pequeños, haciendo que el hecho de que un niño llegue a la adultez, sea en extremo poco frecuente.

Mi pueblo se dedicaba a la agricultura, sembrando papa y oca. Además, en las alturas criaban a llamas y guanacos. Solamente eso, nada más. Nunca llegamos a ser más de cien familias en toda la zona, siendo mi pueblo el más poblado, con casi 30 casas, y mi padre fue el curaca del pueblo. O el jefe, como quieran llamarlo.

Cada cierto tiempo se organizaban incursiones hacia la montaña. Y muchas veces traían niñas de alguna tribu de la montaña. Y eran entregadas en matrimonio a los hijos de los curacas, para "no enviciar" la sangre. Las parejas de esposos, por lo general, se daban entre primos hermanos, haciendo que la descendencia sea muy débil para el trabajo. Ya lo habían aprendido de la crianza de los animales, mis antepasados, cuando no se traía "sangre nueva" a la camada, las crías enfermaban. Ya lo habían aprendido.

Pero también, en los últimos años, los españoles habían dejado mucha de su sangre entre nosotros. Se llevaban a las doncellas más atractivas, y las convertían en concubinas del amo. De ahí nacían nuevos niños, que llegaban al pueblo junto a su madre, que era expulsada de la casa del "amo" cuando él se cansaba de ellas. Ni siquiera de servidumbre las mantenían.

Pero también en los años cercanos a mi nacimiento, sucedieron cosas muy importantes en todos los lugares. Hubieron guerras, muchas guerras. Se llevaron a todos los varones al servicio. Primero era para pelear contra los rebeldes, luego para pelear contra el gobierno, luego para pelear entre ellos. No importaba contra quien, lo importante es que se peleaba en el bando del amo.

Y cambiamos de amo varias veces. Así que los soldados, los que fueron a pelear, se terminaron confundiendo, pues hasta en ocasiones se encontraban frente a frente con sus hermanos, con sus primos, con sus padres, peleando en bandos contrarios. Nadie entendía por qué se peleaba. Menos la razón de eso que decían "realistas" o "libertadores". Nadie sabía por qué debían de matar a otros, tan lejos de sus casas, tan lejos de su tierra, en lugares tan inóspitos, tan secos, tan áridos.

Solamente querían caer heridos e inutilizados para el combate, y sobrevivir a esto. Cuando eso sucedía, los "daban de baja", y podían regresar a su tierra. Guiados por los espíritus de sus ancestros, y los dioses eternos, olvidando el hambre, la fatiga y el dolor, los mutilados regresaban a nuestro pueblo, arriba, muy arriba en los cerros, pasando los nevados, cerca a la montaña.

Muchos llegaron solo para morir. Estaban demasiado débiles, demasiado enfermos. Aún recuerdo el día en que llegó mi padre. Parecía un espectro viviente. Traía el cabello largo tan grasoso que parecía un gorro deforme. Le faltaba un pie, pero se había atado un trozo de palo y así caminaba. También no tenía la mano derecha, y en la izquierda le faltaban tres dedos. Muy mala cosa era su estado. Sus ojos estaban hundidos en su cara, su mirada asustaba. Y los huesos estaban pegados al pellejo.

Regresó solo, arrastrando su maltratado cuerpo. Llevaba una chaqueta de un color a tierra (por lo sucia), y pantalones de lana. No llevaba zapatos. Y traía una alforja. En ella unos papeles extraños (que despúes me enteré eran "documentos importantes") y venía hablando de muertes, de guerras, de independencia, de mil cosas.

Duró apenas 2 semanas. Murió recostado al lado del fogón, sonriendo, repitiendo que no había nada como el olor de la candela y de las papas hirviendo. No le entendía en esos momentos. Tuvo que pasar mucho tiempo para entenderle. Demasiado tiempo.

Cuando esto sucedía yo apenas era un niño, pero ya entendía muchas cosas de lo que estaban sucediendo. Y, para mi mala o buena suerte, no hubo de pasar mucho tiempo, apenas daba mi talla para coger un pico, llegaron los gendarmes y nos llevaron, a mi y a otros más, para servir a nuestra patria. El amo lo solicitaba. O el hijo del amo, que quería ser oficial del ejército. Y debía de llevar carne nueva para poder jugar a la guerra. Por que de eso se trataba. Los amos se alegraban cuando sus hijos se vestían con uniformes bonitos. Con sus galones dorados, con sus plumas, y montaban sus enormes caballos. Y se hacían llamar capitanes, coroneles y generales. Y todos querían tener "hazañas" que contar, pra sus tertulias y para vanagloriarse frente a sus amigos.

Así que me llevaron, junto a otros más, nos arrearon como mulos, pero bien formados, hasta los desiertos del sur del país. Murieron muchos en el camino. De hambre, de pena, de nostalgia. Yo también iba triste. Pero no tanto. Pues sabía que la solución era no dejarse matar, solamente perder un  pie y una mano y te dan de baja. Y entonces, podría volver a mi chacra, a morir entre mi familia, entre mis hermanos.

Entonces, cuando caminaba entre todos, caí en cuenta que no tendría hijos. Moriría como mi padre, pues ese era ahora mi objetivo, volver a casa y morir al lado del fogón, oliendo las papas cocinarse. Pero no tendría hijos. Y no tendría a quien narrar mis historias. Ojalá mis hermanas tengan algunos hijos, sobre todo a la que se llevaron con el amo, como concubina. Ojalá sobreviva a los maltratos y no se muera en el parto. Ojalá y tenga algunos sobrinitos.

Es así que llegamos a un lugar que decían era la frontera. Y que decían debíamos defender hasta morir si es necesario, pues los "invasores" quemarían nuestras casa, comerian vivos a nuestros niños, les sacarían sus corazones a nuestros padres y hermanas... Y tantas cosas escuchaba, que pensaba que nos enfrentabamos a los mismos demonios del infierno, y que moriríamos en ese momento, frente a seres tan poderosos. En lugar de alentarnos, nos daban miedo. Y los jefes, bien engalanados, bien comidos, bien peinados, nos gritaban y arreaban como bestias de carga. Y nos hablaban de cosa extrañas como "Patria", "Honor" "Heroísmo". No les entendíamos nada.

Hasta que llegaron los demonios. Y no eran tan terribles como nos los pintaron. Y los enfrentamos. Pero eso si. Ellos tenían buenas botas, y bonitos uniformes, incluso traían gorros, y fusiles con sus bayonetas. Yo tenía un fusil viejo que apenas disparaba. Pero conseguí un machete, y con eso me peleaba. No eran buenos peleadores estos demonios, pero eran muchos. Y aún así, les ganamos. Y corrieron, y se fueron por donde vinieron, dejando todos sus armamentos, y sus cañones, y sus heridos.

Pero no pudimos perseguirlos. Estábamos muy cansados. Y ellos tenían caballos, y nosotros no. Y nuestra gente estaba con la moral por los suelos, pues los jefes se fueron a celebrar, comieron y bebieron. Y a nosotros no nos dieron ni siquiera un pan mas. Solamente unas palmadas en el hombro a algunos. Y después lo mismo de siempre.

¿Para qué pelear?

A mi capitán lo hirieron, y se fue a su casa. A todos nosotros nos pusieron en las filas del coronel Cáceres. Un tipo muy interesante. Se paraba discutiendo con todos los oficiales. Nadie le hacia caso completamente, a pesar de ser coronel. Lo miraban con desprecio frente a la tropa. Y es que no era blanquito como los demás. Y no festejaba sus "victorias", y nos daba todo lo que podía. Y, lo más extraño de todo, se preocupada por nosotros, porque tengamos botas. Y también nos enseñó a pelear. El Taita Cáceres, así lo empezábamos a llamar. Y también había algo raro en él: hablaba quechua, y nos podía entender. ¿Qué cosas tan raras, no?

Junto a su batallón nos fuimos a defender la capital, pues la frontera estaba perdida. Estando allá, en la capital, el Taita Cáceres nuevamente se discutía con todos los jefes. Y todos lo despreciaban porque no era como ellos. Sobre todo el jefe de todos, un blanquiñoso que se creía saberlo todo. Lo mandaba a callar con mucha frecuencia, delante de nosotros, sus soldados (ahora éramos sus soldados).  Pero él no se equivocó. El jefe si. Los chilenos llegaron por donde el Taita dijo que iban a llegar. Nosotros los esperamos en San Juan. Nos ganaron, y tuvimos que retirarnos. Las otras tropas estaban prácticamente en cada hacienda, cuidando la casa del hacendado.

Nunca quisieron pelear junto a nosotros. Y fuimos perdiendo de a poquitos. Y cuando el Taita quiso contra atacar, el jefe le ordenó que no lo haga, pues sinó lo haría fusilar. Y es que los invasores estaban todos borrachos, y fácilmente pudimos haberlos matado a todos. Pero el jefe no lo permitió. ¿Por qué será?

Nuevamente nos enfrentamos a los invasores en Miraflores, y el Taita fue herido. Nos escapamos con él, dejando dicho que estaba escondido en una celda de un convento, por si lo quisieran buscar. Incluso un doctor diría que el lo curó. Pero nos fuimos hacia las montañas, con todos sus "soldados".

Ya estando en la sierra, nos enteramos que los invasores saquearon la ciudad, mataron a los heridos, destruyeron las haciendas, quemaron los conventos, violaron a las mujeres, y muchas otras cosas mas.

Y luego vinieron a buscarnos. Pero no sabían lo que iban a encontrar.

Cuando llegaron a buscarnos, les dimos lo que tanto querían esos demonios. Les hicimos probar un poquito del infierno de verdad. Los acuchillamos a escondidas. Los tumbamos a pedradas. Los cazamos como si fueran venados. No sabían pelear. Se rendían. Pero no les dábamos cuartel. Nunca sibrevivió ninguno que vino a buscar al Taita.

Y mandaron a muchos más a perseguirnos. Y ya contaban por miles de miles que vinieron. Y, para hacerles creer que ganaban, se hacían las "batallas" formales, en ciertos lugares. Solamente después de esas "derrotas", cuando los enemigos nos perseguían de nuevo, es que se iniciaba la verdadera fiesta. Era un placer cazar a estos invasores. NO teníamos orden de capturar a ninguno. Si caín vivos, pues era para arrojarlos por un barranco, o fondearlos en un río, o dejarlos en la puna para que se congelen. Y decían que eran demonios. No eran demonios. Bien débiles y cobardes, lloraban como niños.

Pero los jefes y oficiales se rindieron en la capital. Y los invasores se fueron, dejaron de perseguirnos. Y dejaron a un jefe en la capital para que obligue al Taita a dejar de pelear. Pero no fue así.

Nos fuimos a la capital. A botar de la capital a ese traidor. Y también lo engañamos, como hacíamos con los invasores. Todas esas tropas y oficiales suelen ser muy creídos de su superioridad, y de su poder. Pero cayeron en la trampa, y atrapamos al invasor.  Y el Taita hizo que se eligiera un nuevo jefe de la capital. Y salió elegido él.

Y ahí si me vine de vuelta para mi tierra. Porque con el Taita como jefe la cosa va a cambiar. Y si él nos necesita, nos dijo que nos iba a llamar.  «Vete Maximiliano Quechua, vete para tu casa —me dijo—, busca una buena mujer, y ten hijos. Cuando te necesite, y haya nuevos demonios que destripar, te volveré a llamar. Y llevaremos a esos demonios a nuestra sierra, y les mostraremos lo que es el infierno de verdad»

Ya estoy viejo. El Taita ya murió. SE peleó nuevamente con los oficiales, con los burgueses. Pero no pudo llamarnos a todos. Y perdió. Se fué a la frontera, pero ya no era el mismo de antes.

Los nuevos jefes de la capital, pusieron a otros amos en nuestro pueblo. Y nuevamente volverán a llamar a los "voluntarios" (que cosas, no?, voluntarios contra su voluntad) para pelear sus guerras, para que ellos sean nombrados héroes, para que ellos cuenten su historia a su manera.

Yo ya estoy viejo, pero ya he visto partir a mis hijos, y también algunos nietos. Y no han vuelto todos.

Solamente espero morir, aspirando el dulce aroma de las papas recién cocidas en el fogón, en mi pedazo de tierra, detrás de los nevados, cerca a la montaña, y muy cerca al sol.