Hay finales buenos, donde coronas una ansiada meta, y te sientes feliz por el logro obtenido.
Y los hay muy malos, cuando sabes que es solamente el final de un camino, que te lleva a un destino de penurias y desengaños.
Hay finales para todo, y para todos. No hay nada peor que haber llegado al final del tunel, y ver que solamente queda el abismo.
Hoy estoy nuevamente viendo esa engañosa luz, que me dice que pronto habré llegado. La pregunta simple es: que sigue? Tendré el valor de saltar al abismo y entregarme al incierto destino? O, cual niño pequeño, me aferrare con uñas y dientes al terruño recorrido, y pedire socorro y auxilio a gritos?
Simplemente no lo sé. Todo dependerá del momento, y de como ha de influir mi decisión, la que tome, en mis seres queridos.
Si es por el bien de ellos, no solo llorare, sino que gemire y daré lástima a propios y extraños, me haré un ovillo y me mantendré a toda costa en el borde del precipicio.
Pero si debo saltar, lo haré no solo con firmeza, sino también con alegría y con la certeza que es por el bien de ellos mi sacrificio.
Y si tengo que enfrentar al mismo diablo en mi propósito, caminare descalzo sobre brasas ardientes hasta el mismo averno, y no habrá cancerbero capaz de detenerme, pues mi empuje no será detenido ni por los guardianes ni las macizas puertas del mismo infierno.
Hay finales para todo y para todos. Mi final tendrá un propósito, un fin, no será un desperdicio.
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